Cuando el modelo se defiende por la razón Y la fuerza

por Boris Farías Hunt

Estudié una carrera que no le recomiendo a nadie: Ingeniería Comercial. Los argumentos son infinitos, por ejemplo, en un clase de economía por allá por 2013, el profesor de turno era Andrés Gomez-Lobo, futuro ministro de transportes del gobierno de Bachelet. En una de sus clases pidió que alzaran sus manos aquellas personas que estuvieran de acuerdo en eliminar el IVA al libro, entre varias manos alzadas estuvo la mía: lo hice con una mezcla de timidez y desgano, dado que es de amplio conocimiento que esas preguntas se hacen desde el púlpito solo para demostrar lo equivocado que nos encontramos. Somos a-lumnos/as esperando la luz proveniente de la inmaculada pizarra blanca.

Cuento corto: como era de esperar, fue categórico en demostrar a través de complejas fórmulas matemáticas -y hermosos y ordenaditos gráficos con plumones de colores- que el IVA al libro solo iba a beneficio de las personas de mayores ingresos, profundizando las inequidades sociales, creaba un impuesto regresivo, aumentaba el calentamiento global, se aceleraba el deterioro del amazona, y un largo etcétera de dantescos e infernales escenarios. Seis años después, me sigue dando vuelta esa misma explicación, mi pobre respuesta y la imposibilidad de encarar a quien, por lo bajo y al igual que Gloria Hutt, justificaba el aumento significativo de los precios de los pasajes de bus en la temporada alta y los festivos.

Por eso hoy escribo esta pequeña llámese columna de opinión, para expresar lo siguiente: puede que eliminar el IVA al libro no sea la “forma”, de la que hablamos cuando decimos lo que decimos, pero si hay un fondo que ellos, los poderosos, la elite, no saben leer, hay un fondo profundo y complejo, pero a la vez sencillo y bastante tangible. Se trata de quizás de una de las palabras más hermosamente de moda hoy: dignidad.

El fondo, permítame escaparme con los tarros, es esa sensación de injusticia frente a un salario de hambre que nos impide vivir dignamente, que llena de rabia a las y los estudiantes, que vuelve a las y los trabajadores impotentes de su entorno y las injusticias, de su cultura y sus derechos. Hoy por hoy no tenemos identidad ya que la cultura que se ha forjado desde múltiples bancadas sigue siendo para una elite de este país, ya sea intelectual como económica. Porque en Chile la cultura segrega, los espacios segregan, los medios segregan y las instituciones segregan. Por lo tanto, no basta con el acceso al libro,este debe ser un derecho: poseer, disfrutar, compartir, releer y re-visitar un libro conforma parte de ese derecho. El libro no es un secador de pelo, no es una TV; el libro, es parte de la identidad del ser, de un hogar, su comunidad y de las múltiples relaciones que se generan en torno a este objeto dentro de sociedad.

A esta altura del partido le cedo no eliminar el IVA al libro, pero se comete un error al creer que el libro es un bien de consumo como cualquier otro, es arma y herramienta, un universo complejo, previo a su capitalismo y -espero- posterior a este. Y no se trata solo del precio, se trata de asegurar -al igual que en la salud y la educación- que las poblaciones (no en general, sino en particular y plural) puedan tener bibliotecas propias en sus hogares, librerías en sus barrios, bibliotecas en sus JJVV, Clubes de Lectura en sus plazas, Clubes de Escritura en las escaleras, recitales de poesía en las canchas, escritoras/es y poetas viviendo en los bloques. Personas y recursos que ponen en valor al libro dentro de estos contextos.

Chile se cansó, y ustedes, la elite política e intelectual de este país no lo supo ver porque se hallaban ciegos en sus privilegios, tomando las formas para criticarlas, sin siquiera intentar dar en el fondo de una demanda social que acumulaba innumerables injusticias. Sus complejas fórmulas de Harvard, Cambridge o LSE no dan, porque el capitalismo que nos enseñaban está basado en supuestos irreales, alienígenas. Cuando el pueblo pedía derechos, sus modelos decían “subsidiar al privado”; cuando el pueblo pedía bienestar sus modelos decían “incentivar el consumo”.

Finalmente, no es de mi labor -ni interés- argumentar con sus propias cifras económicas el porqué de esta exigencia. Toda fórmula, toda función, gráfica y argumento se encuentra fuera de este juego porque si hay una estadística que valga en este momento son las 6.200 personas detenidas por protestar, 2.400 personas heridas, incluidas las 220 personas con heridas oculares producto de la represión de las fuerzas del estado, firmes en defender el modelo por su razón Y su fuerza.