Lectura de Umami con la pena del maldito horario de invierno

Por Boris Farias Hunt

Umami, de la mexicana Laia Jufresa, es una novela de múltiples aristas, todas ellas interesantes en su profundidad emocional, en el desarrollo de cada personaje y la presentación coral de los relatos, en el ir y venir del tiempo y las historias que, actuando como recuerdos, van y vienen del libro como van y vienen en la memoria despierta y lúcida de la vida misma.

La novela conecta a múltiples personajes relacionados por su vivir compartido en una “privada”, una vecindad armada con la disposición de los sabores que percibe la lengua: dulce, salado, amargo, ácido y umami; la idea de esta disposición urbanística es producto de la mente de Alfonso Semitial “aka el Guapo” o Alf, antropólogo especializado en alimentación prehispánica que se cuestiona, entre muchas cosas, la utilidad de una especialidad que se contradice al poseer la observación como herramienta, y heredero de la privada.

Ana también es parte del entramado de la historia, personaje principal que narra sus múltiples descubrimientos emocionales de su familia, hermana mayor y por ende observadora, curiosa, pero a la vez con muchas dudas ya que son pocos los puntos de referencia más que a su mejor amiga y compañera de vecindad: Pina. Ana, es un retrato en varios colores y estilos tanto de una época como de una generación.

Hice muchas anotaciones en el librito mientras lo leía, partes deslumbraste a mi parecer que gozan de una belleza en el uso de la palabra, o en crear una imagen cruda que viene a rebalsar la historia hasta ese momento contada, mini finales que se dan cada termino de capítulo o cada pasaje que cambia de hablante. Acá dos de mis favoritas:

De un movimiento la inclinan para vaciarla y esta es la última imagen que Pina tiene de sus papás juntos: están parados en el techo de una casa hecha de esmog y vierten, sobre la calle mojada, una cascada de agua sucia”.

Hay días en que crees que estamos otra vez vivos, los cinco vivos de la familia: me sale un barro, a Theo lo llama una niña por teléfono, Olmo da su primer concierto, papá regresa de una gira, mamá hace un pay. Pero luego entras a la cocina y está el pay, todavía crudo, sobre la mesa de madera, la mitad de su superficie ya picoteada con el tenedor, la otra aún lisa, mamá con el tenedor suspendido, este inmóvil, ella fija, y entonces sabes que siempre vamos a ser casi seis.”

En sí mismo, el relato funciona como una milpa, cada relato nutre al siguiente, lo que pierde uno lo gana el otro, cuando los personajes desvarían de una u otra forma el relato siguiente los acompaña. Cuando la novela tiende a perder vuelo después de un desencadenamiento importante, el relato retoma con fuerza en una nueva historia, con otro personaje, la historia en global siempre se nutre con fuerza.

En Umami los personajes se conocen muy bien entre ellos, va más allá de lo hablado y llega lo kinésico. Umami es un ejercicio de humanidad, una novelinda. Umami es intensidad. No dejen de leerla.

Umami de Laia Jufresa

Umami de Laia Jufresa

Editorial Kindberg

$12.000

Disponible en Los libros del gato Caulle

Baquedano #628, Valdivia